viernes, 25 de abril de 2008

La balada de la dependencia sexual

"tú y yo nunca llegamos a discutir de estética, lo único que nos unía. Lo único porque estética y ética son lo mismo, una pose ante el mundo. Discutimos y mucho de esas otras visiones en apariencia simples, como abrazarte por detrás para besarte y ver pájaros desde tu ventana. Quisimos interpretarlos, interrogar la honestidad de la naturaleza, sin saber que tal cosa no existe, que todo es artificio. Hasta que mi mano telarañándose más abajo de tu cintura. Cerrabas los ojos (bendita seas). Yo con tu Lucky hacía un agujero en un mapa."

El título es de Nan Goldin, la foto también. El poema es de Fernández Mallo. Ambos me los he encontrado por casualidad, mientras paseaba entremundos, pero hay una causa. Siempre la hay. Y la carne, bendita carne, está presente en esta primavera que apenas ahora comienza a abrirse de piernas. Y me sorprende el presente, también me agrada el sentimiento virtual, la ficción metavital, la realidad impostada, las poses, las máscaras para cada ocasión y el ansia, la necesidad desesperada y brutal de verdad. De sentimiento. De pruebas. De realidad, intensa realidad. Y Houellebecq.

El escritor falsamente frágil se mostró tal y como me lo imaginaba. Habló de los libros que le han marcado, de sus influencias y de literatura para niños. Lo que más me impresionó es que no me impresionó. Todo tenía sentido. Coherente y divertido, porque es lógico que desechara a Dumas y amara a Verne en su preadolescencia, que Las ilusiones perdidas de Balzac le gustaran ya mayor (porque hay que perder unas cuantas para que te guste), que Baudelaire le apasione, que Dostoievski le guíe, que Pascal le aleccione y que conociera a Schopenhauer tarde, a los 27. No sé, es falsamente frágil, tímido, perverso (intuyo) y excepcional.

Y sus silencios, sus titubeos, la lentitud... si, fue tal y cómo me lo imaginaba; incluso que eligiera secretamente amar a Anne antes que a Georgina (de los cinco de Enid Blyton), desarrollando esa devoción por la feminidad, por lo frágil que no es tal. Eso también tuvo sentido. Demasiado.

Devorar libros que no debes, qué gran hábito tóxico. Me recordó mi afición a Goethe a los 15, la sensación que me invadió tras leer Crimen y Castigo a los 16, Historia de O muy pronto y El Extranjero de Camus un poco tarde. Bueno, probablemente a tiempo. Como su Posibilidad de una isla, como este poema que me hace crepitar.

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