domingo, 24 de agosto de 2008

martes, 19 de agosto de 2008

Las siete preguntas

Soldado: A Blancanieves su abuelo le había enseñado siete preguntas. Le había dicho que cuando las cosas se pusieran mal se las hiciera a cualquiera que se cruzara en su camino. Eran preguntas muy cortas. Eran preguntas antiguas. Eran preguntas de antes de Cristo. Pero el mundo yacía mísero, cada vez más, y los caballos de Aquiles seguían llorando por el sufrimiento de los hombres. El mundo yacía mísero, dominado por la guerra, como si la civilización estuviera condenada a la peste por desconocer la respuesta a las siete preguntas. Así que Blancanieves le preguntó a un soldado.

Blancanieves: ¿Qué es el Hombre?
¿Qué es el Estado?
¿Se puede convertir a un hombre en un hombre mejor?
¿Qué es peor, recibir injusticia o cometer injusticia?
¿Existe la verdad?
¿Se puede enseñar la verdad?
Donde está lo bello, ¿el mal desaparece?

Y como no se pudrió... Blancanieves - Angélica Liddell.
La imagen es de Lisa Alisa, ;)

Dije economía política, estúpido

"Hay pues, dos actitudes: o la izquierda se enrola hoy nostálgicamente en el encantamiento ritual de las viejas fórmulas, ya sean las del comunismo revolucionario o las del Estado de Bienestar del reformismo socialdemócrata, desdeñando la nueva sociedad posmoderna como una cháchara vacía y a la moda que vela la dura realidad del capitalismo actual; o acepta el capitalismo global como el “único juego que hay en la plaza” y sigue la doble táctica de prometer a los empleados el mantenimiento de un máximo posible de Estado de Bienestar, y a los empleadores el pleno respeto de las reglas del juego (del capitalismo global) y las firmes censuras de las demandas “irracionales” de los empleados. Así, en las políticas de izquierda actuales, nos vemos limitados, en efecto, a elegir entre la actitud ortodoxa de tararear las viejas canciones comunistas o socialdemócratas (aunque sabemos que ya se les pasó el cuarto de hora) y la actitud centro-radical del neolaborismo, que consiste en hacer un desnudo total, en librarnos de los últimos vestigios del discurso izquierdista…"

Fragmento del artículo "Dije economía política, estúpido", de Slavoj Zizek. El resto lo pueden encontrar pinchando en el enlace...

sábado, 16 de agosto de 2008

El Caballero Oscuro

Poco queda del Batman de Frank Miller en este Caballero Oscuro. El título de esta película es lo único que recuerda a aquel antológico comic de los ochenta y, puede, que el hiperrealismo con el que los hermanos Nolan pretenden tratar a este personaje en esta segunda entrega. Pero, no se equivoquen, la realidad de este Señor de la Noche es sucia y oscura, sin muchos márgenes para la esperanza, o la coherencia. La lisergia fosfosforescente de Joel Schumacher y el particular mundo de Tim Burton quedan a un lado en la memoria. El espíritu de este Batman es el del Asilo Arkham, de Dave McKean y Grant Morrison, no tanto por el propio Batman como por aquél que hace que este personaje sea lo que es: Su Némesis.

viernes, 15 de agosto de 2008

"Cuando uno profundiza en su propia bajeza llega a acumular la bajeza de toda la humanidad"

Getsemaní: "Tu vida no es solo un beneficio de la naturaleza, sino un don condicional del Estado. Es oportuno para el Estado que mueras, entonces, debes morir".
Combeferre: ¿Qué es una guerra comparada con la posibilidad de tu rechazo?
Getsemaní: "Harían falta dioses para dar leyes a los hombres. Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres".
Combeferre: Si soy un dios te gobernaré.
Getsemaní: "Toda acción libre tiene dos causas que concurren a producirla, una física y una moral".
.
.
.
.
.

El Perro: Con permiso de Combeferre. Ante la inmundicia de las ambiciones humanas se tambalea cualquier tipo de orden social. Por tanto, comer, beber, dormir y fornicar, excepto eso, todo es vanidad. Me rebajo a mí mismo para darme placer. Autodegradarse es ser excelente en algo. Al fin y al cabo soy un puto actor que hace de perro porque un perro cobra más que un puto actor.

Se necesita más valor de lo que uno piensa para llamarse a sí mismo por su propio nombre. Hölderlin, Nerval, Nietzsche, Van Gogh. Artaud. Mi trabajo es el alpinismo del dolor. Estoy más cerca de los leprosos y los criminales que de los cocineros. Cuando uno es capaz de llamarse a sí mismo por su propio nombre da comienzo a su locura. Cuando uno profundiza en su propia bajeza llega a acumular la bajeza de toda la humanidad. Es como llevar una piedra en algún sitio del cuerpo.

Y el loco es el encargado de llevar esa piedra.
El loco y la piedra.
Todo un clásico

Perro muerto en tintorería: Los fuertes - Angélica Liddell

Sketchblog de Andrea Joseph

En su sketchblog más, mucho más.

martes, 12 de agosto de 2008

Pass This On - The Knife


No puedo dejar de escuchar esta canción...

sábado, 9 de agosto de 2008

Art-E

"¿Cómo reconocer una obra de arte? ¿Cómo separarla, aunque sea sólo sea un momento, de su aparato crítico, de sus exegetas, de sus incansables plagiarios, de sus ninguneadores, de su final destino de soledad? Es fácil. Hay que traducirla. Que el traductor no sea una lumbrera. Hay que arrancarle páginas al azar. Hay que dejarla tirada en un desván. Si después de todo esto aparece un joven y la lee, y tras leerla la hace suya, y le es fiel (o infiel, que más da) y la reinterpreta y la acompaña en su viaje a los límites y ambos se enriquecen y el joven añade un gramo de valor a su valor natural, estamos ante algo, una máquina o un libro, capaz de hablar a todos los seres humanos: no un campo labrado sino una montaña, no la imagen del bosque oscuro sino el bosque oscuro, no una bandada de pájaros sino el Ruiseñor."
Roberto Bolaño

Lo hipnótico es estético.
Pablo Pérez Mínguez

jueves, 7 de agosto de 2008

Wall-E

No sabía por donde empezar esta reseña, no sabía cómo contarles que los de Pixar lo han vuelto a hacer: han logrado hacer soñar a toda una sala repleta de adultos empedernidos, abrazados a sus palomitas y botes de refresco; han conseguido que acudamos, religiosamente y en manada, a presenciar la historia de amor de dos robots que transmiten en pantalla más humanidad que muchas parejas de actores; han dado a este siglo un clásico de la ciencia ficción y del romanticismo. Wall-E ya forma parte de la cultura popular de una época.

Pero empecemos por el principio. Wall-E es un pequeño robot que alguien olvidó desconectar. Setecientos años después de que el planeta Tierra haya sido abandonado por su población, este pequeño robot sigue haciendo aquello para lo que fue creado: limpiar los restos de una civilización que prefiere vivir en el espacio antes que recoger su propia basura.

Pero Wall-E no es una máquina cualquiera. Recordando a las excursiones de La Sirenita de Disney, se pasea por el vertedero y encuentra pequeños tesoros que va almacenando en su guarida, seguro de que hay algo más allá fuera, a la vez que aprende las ceremonias amorosas propias de humanos gracias a la reproducción de una película en un video beta.

Esta es la rutina del pequeño robot hasta que un día una gran nave le deja una compañera, EVA. Esta máquina, último modelo, despierta en el pequeño robot un torrente de emociones. EVA, por su parte, tiene una misión que no es otra que encontrar vida vegetal en el planeta. El cortejo, un pequeño esqueje y la misión compartida por ambos robots terminan recalando en la gran nave donde una humanidad desparramada y auto-complaciente reside sin ningún tipo de interés por lo que ocurre más allá de las paredes de su hogar espacial. Como en El Mundo Feliz de Huxley, o en el Kingdom Come de J.G. Ballard, los habitantes no se cuestionan la existencia. Comen, beben, consumen. Y delegan todo su poder agencial en las máquinas. Hasta la llegada de EVA y Wall-E. Con la evidencia de que la vida en la Tierra vuelve a ser posible, los humanos despiertan y se rebelan, irónicamente, contra su programación.

Que la etiqueta ciencia ficción no les desoriente. Esta película es, ante todo, una historia de amor tejida por unos genios que convierten sus juegos en triunfos, conscientes de que el cine de animación se hace con unos guionistas excepcionales, amantes de Charles Chaplin y Buster Keaton, pero también con toda la capacidad tecnológica, inherente a Pixar, puesta al servicio de una historia hecha con el corazón.

Esta película me ha recordado más que nunca a Slavoj Zizek y su estupendo documental, The Pervert´s Guide to Cinema. Tal y como afirma el filósofo, el amor es performativo y el cine, desde hace ya más de un siglo, es ese instrumento de masas que, entre otras cosas, también nos enseña a amar.

Simetríadas


The Savages

Como en un cuento de Carver,
lo triste termina pareciendo comedia.
Tragi-comedia.
El teatro del absurdo se hace realidad,
el padre recibe su no castigo, en un hotel que es asilo,
y los amantes de los dos hermanos se disuelven.
Ella narra y sobrevuela el accidente.
Él cruza el Atlántico para decir "si, quiero".
El final parece feliz, con drogas legales de por medio,
jamaicanos-nigerianos, una lámpara de lava y un gato al que llaman Bestia.
Y la salvación es... para los que no se rinden!
O eso me pareció antes de que los títulos de crédito me robaran una sonrisa.
La banda sonora era como de sueño antiguo. De ahí que hasta piense en repetir...

Sexografías

"La lectura de Sexografías nos produce la perversa pero nada culposa alegría de habernos cruzado con una suerte de Marco Polo hembra y X-Rated. Sólo que en el caso de esta implacable y arriesgada y sabia y llena de gracia viajera y cronista que es Gabriela Wiener todo parece ser --y es-- rigurosamente cierto y verdadero y real. Abandonad --vale la pena hacerlo-- todo pudor quienes entren y penetren aquí: Wiener pone el cuerpo y las palabras; pongan ustedes las manos para sostener y tocar lo que escribe, los ojos para mirarla leyéndola y, más que bien acompañados, gocen de una de las voces --literal y literariamente-- más sexys de los últimos tiempos".

Esto es lo que cuenta Rodrigo Fresán de Sexografías. Un renovador de la narrativa habla de una renovadora del periodismo narrativo. Les contaré más cuando me lo termine de leer. Pero no olviden pasarse por el santo lugar virtual de Gabriela, donde encontrarán además sus crónicas, publicadas en la Revista de Verano de El País.

Noferin


martes, 5 de agosto de 2008

Humedades

El feminismo inteligente del siglo XXI debería abrazar toda sexualidad y apartarse de los engaños, mojigaterías, gazmoñerías y odio a los hombres de la brigada de las MacKinnon-Dworkin. Las mujeres nunca sabrán quiénes son hasta que dejen que los hombres sean hombres. Librémonos del Feminismo de Enfermería, con su manicomio de dolores de estómago, anoréxicas, bulímicas, depresivas, víctimas de violación y supervivientes a incestos. El feminismo se ha convertido en un cajón de sastre donde montones de hermanas lloriqueantes pueden acumular sus neurosis.

Camille Paglia - Vamps and Tramps

sábado, 2 de agosto de 2008

Tristal Cristeza

En nombre de mi alma genero ondas sonoras
Lingüista del silencio sintónico poético
amo sus piros y amo mis terios fonológicos
Sin duda soy un lo un co un malabárico
desatando las sílabas lavadas en la música
Nochemente en primera persona oigo yorar
y en el arrullo del silencio discrimino
los timbres inauditos de mi acústica estética
Tristoy tristestoy por eso hablo increíble
como un ángel borracho de onomatopeyas
Nunca el gastar palabras sellará lo sentir
No miento el sentimiento con voces mundanales
ni soy pico de oro ni poeta gramático
Todo soñar sonoro trae sorpresa y prodigio
y basta con llamar las cosas por sus cumbres
Mi cristeza me dicta fonemas suficientes
Hace ya mucho tiempo que mi alma es de tristal
Hoy reflejo los dichos de la lírica libre
La expresión de un ser vivo se inventa cada vez.

El poema es de Carlos Edmundo de Ory, gracias a la pequeña b. La imagen la he encontrado en este bendito lugar y es de Colin Thompson.

Expediente X - Me gustaría seguir creyendo...

Una de las cosas que más me ha llamado la atención de las entrevistas que he leído, a propósito de la nueva película de Expediente X, ha sido el comentario repetido de la actriz Gillian Anderson, alias Dana Scully, aludiendo al halo mítico de la serie de televisión que marcó su vida y la de otros muchos al otro lado del televisor ¿Acaso lo dudaba?

Llamémosle producto, vale, pero también documento de una época y, sí, constructora de contexto existencial. Porque Expediente X marcó un antes y un después en esto de la mitología televisiva, no solo por la química de sus dos personajes protagonistas, sino por el tratamiento innovador de una temática, lo paranormal, que bajaba de los cielos de alguna que otra minoría elitista para llevar los ovnis y las conspiraciones gubernamentales a la construcción cultural del común de los mortales.

Querría haber titulado este sofrito mental “En defensa de Expediente X”. Y ustedes dirán ¿hay algo que defender? Bueno, después de haber revisado la novena temporada y haber visto dos veces la última película (que, por cierto, ha recibido alguna que otra bofetada de la crítica que, desde mi humilde punto de vista, merece pero tampoco tan bestia) creo que tengo algún que otro argumento, sentimentaloide y apasionado, que sostiene que esta fue una gran serie hasta el final, ya que no solo supo capear la huida de David Duchovny en la octava temporada mucho mejor que Doctor en Alaska la de Rob Morrow, sino que logró crear en tiempo record otra pareja con química, el binomio laboral compuesto por el Agente Doggett (Robert Patrick) y la Agente Mónica Reyes (Annabeth Gish).

Hacer una sinopsis hilarante de la última película, dirigida por el creador de la criatura, Chris Carter, sería demasiado fácil, por no decir cruel. Prefiero destacarles los momentazos de este episodio largo de la serie donde lo interesante sigue estando en la relación entre Dana y Fox (que, a pesar de ser pareja de hecho y concupiscente, se siguen llamando por el apellido. Secuelas de nueve años compartiendo despacho).

Sin fe no hay esperanza. Mulder lo ha sabido siempre. Chris Carter también. A la devota Scully le ha tocado representar el papel duro, ¿qué tipo de fe? Y es que, no nos engañemos, esta serie, además de subrayar la lucidez de El Fumador, iba de la transformación de una científica escéptica en una creyente, pero con condiciones. Abducción mediante, además de nosecuantasmil perrerías, embarazo divino incluido, la buena de Scully tarda siete temporadas en creer en algo que no sea en la Ciencia y en el Señor de allá arriba. Pero, y he aquí que yo me relamo, ¿qué ocurriría si ese Señor, el de las Alturas, resultase ser un excéntrico alienígena juguetón? Ais, bendito Zecharia Sitchin que amenizas mis paranoias…

Este es el escenario en el que se han movido los dos protagonistas (y el elenco de secundarios carismáticos), pero el meollo nunca estuvo en la Conspiración. La Verdad no estaba ahí fuera, tal y como rezaba el mí(s)tico mensaje de la cabecera, sino dentro, muy dentro. Y delante de nuestras narices.

La segunda película de Expediente X, I want to believe, nos cuenta que Mulder sigue siendo un niño. También nos presentan a una Scully, de nuevo, dubitativa, pero madura, severa, con poder sobre su pareja. Hasta que a Mulder lo cambian de ecosistema y vuelve a ser ese impetuoso e inconsciente investigador del que se quedó prendada la buena científica. Pero las tornas han cambiado y, después de seis años de convivencia conyugal, el creador de esta saga nos regala una escena de cotidianeidad marital que sustituye a cualquier secuencia de sexo que el buen fan lleva soñando desde el piloto de la serie. Ella luce larga melena. Él se corta, simbólicamente, la barba de ermitaño con la que inaugura la pantalla. Estos dos detalles resumen perfectamente a los personajes y sus motivaciones. Y en lo que se han convertido. Un Mulder castrado que se corta la coleta y sale de nuevo a la aventura. Y una Scully, doctora y creyente, en ese orden, que vuelve a girar sobre sí misma para cuestionar sus cimientos morales, por enésima vez.

No obstante, la película tiene su punto mórbido/morboso en los reencuentros, la casquería y en la joven agente de ojos azules que le pone morritos a Mulder. Personalmente este episodio largo se salva gracias a la nostalgia y esas escenas entre ambos que hacen recordar episodios antológicos como “Triangle” o “How de Ghosts stole X-mas” (ambos de la sexta temporada, la más arriesgada y refrescante de todas). La trama detectivesca es la de siempre, el típico puzzle con huecos por allí y por allá. Un mcguffin no muy elaborado el de esta vez.

Chris Carter parece haber puesto en marcha un amago de franquicia que puede se consolide en el tiempo. Verles crecer, reproducirse y envejecer estará bien. Bajaremos el listón, todo sea por la nostalgia generacional.